domingo, 18 de octubre de 2015

Long Ride to Gambia





Un paseo hasta Gambia...




A finales de Julio, se celebra en la Playa de Espasa "Motorbeach". Un festival de motos & surf diferente a las típicas concentraciones motos.





 El caso es que Fran Pardo daba una charla sobre su viaje en solitario a Ciudad del Cabo en moto. ¿Y quién era ese tal "Fran Pardo" que había hecho ese viaje en Marzo? Leí su crónica para el Confidencial y vi sus vídeos en youtube.Vaya pedazo viaje!. Así que nada, quedé con Tiri para ir al Motorbeach de fiesta y de paso asistir a la charla. Allí conocimos a Fran P. Le pregunté sobre el tema de fronteras, visados, seguridad etc, charlamos un rato y se fué a cenar con unos amigos. Por la noche, mientras veíamos los conciertos, nos volvimos a encontrar y seguimos de charla y risas toda la noche. Hubo muy buen "feeling". En un momento dado,    Fran P. le dijo a Tiri que tenía una XT600 en Comillas y que se animaba a bajarla a Gambia, compraba otra y bajaban. Yo que estaba con Sergio a otra conversación lo oí de refilón y dije "hostia, ese viaje mola!". El dijo "pues compro otras dos y bajamos las tres, brothers!" entre risas nos contó que el bajaba habitualmente gente en safaris 4x4 hasta Gambia y que "era un paseo". Las motos las dejabamos en su casa  (quizas para alquilar allí) y volvíamos en avión. Intercambiamos teléfonos y seguiriamos en contacto.
A la mañana siguiente, con un "ligero" dolor de cabeza, me volví a encontrar con Fran en la barra del bar. Le pregunté si iba en serio lo de la noche anterior y dijo que si, por supuesto... Yo, que soy de no planear mucho los viajes, me pareció una oportunidad que no se podía dejar pasar.
Seguimos charlas por wassup  y concretamos fechas que nos cuadrasen bien. Tiri, con cambios laborales a la vista, finalmente no pudo hacer el viaje. Me dio una gran pena, no sería lo mismo sin él.
Concretamos salir el 24 de Septiembre y compré los billetes de avión de vuelta desde Banjul, osea que no había marcha atrás. Tres días antes, volví a ver a Fran P. cuando me trajo la moto al curro en Gijón. Tenía un aspecto tal que así:



La llevé a mi casa e hice un cambio de look en día y medio.




La prueba fueron los veinte kilómetros que separan hasta casa. Iba bien en autopista, muy ligera. Tanto en bajas como en altas, el motor tenía un ruido metálico que no me gustaba nada, pero sin apurarla iba bien. Limpié el filtro del aire, taladré el escape, engrasé cerraduras, cambié batería por una más potente y me dio tiempo a poco más. Las ruedas eran
unas Mitas 07 recién puestas y el kit de arrastre estaba aparentemente bien...


Día 1."Ponte mirando a Gambia".
Asturias-Fuente de Cantos. 720km

Llegó el día de la partida. Tengo que reconocer que, según se acercaba el día, me puse un poco nervioso, porque este viaje tenía un punto de locura extra. Ibamos a ir más allá de Dakar. Un viaje soñado por cualquier motorista, que se me había presentado por sorpresa en una fiesta de verano.
Quedamos en vernos en Sevilla. Fran P. iba a comprar la otra XT600 y partiríamos juntos desde allí, vamos, sin probar la moto del año 92 y yo con una del año 90 que llevaba un año parada. Tengo que confesar que me dan repelús las motos con electrónica. En los noventa, se hacían motos para durar, basadas en  carburación. Una avería de centralita, un inmovilizador o cualquier chorrada electrónica te puede arruinar un viaje, y más por Africa.

Días antes pedí cita para vacunarme en Sanidad Exterior en Gijón. Un día antes , me llamaron para decirme que el médico estaba de baja y tardarían una semana en volver a tener sustituto. Que me fuese a vacunar a Santander o León... Maldije unas cuantas veces y eché pestes. No me lo podía creer. Me acordé de que Peke, un colega del foro del Shadow, una vez comentó que él trabajaba en Sanidad Exterior en Cádiz Conseguí su teléfono y le conté la película. Me aconsejó que fuese al médico de cabecera para ponerme vacunas de hepatitis (A y B) y me recetasen el "Malarone" para la malaria, ya que no siempre está disponible en farmacias. Con eso solo me faltaría la obligatoria en Mauritania "vacuna de fiebre amarilla". Me dio cita en Cádiz por si acaso y yo pedí en Zamora, ya que León estaba saturado por causa de la pifia asturiana. Así que a las ocho de la mañana salí de casa rumbo a Zamora para vacunarme. La moto subió Pajares sin apurarla, aunque no me creáis, me mentalicé, "Si subió Pajares, llega a Gambia".



 Llegué a Sanidad Exterior en Zamora a media mañana. La atención fue muy buena, también me aconsejó ponerme la vacuna de fiebres tifoideas, así que ya metidos en harina, que más daba tres que cuatro vacunas. Cuando pasé a la consulta del practicante, previo pago de unos  treinta y seis euros por las dos vacunas en el banco, me preguntaba por el viaje, mirándome con cara de incredulidad al decirle que iba en moto, vamos que seguía camino. Me senté en un camilla y en frente había un mapa mundi. El practicante me dijo "ponte mirando a Gambia". Entre risas nos despedimos, recogí la cartilla amarilla de vacunación internacional y seguí camino al Sur.
Comí antes de Salamanca y se puso el sol pasado Mérida.



 Busqué por booking un sitio donde dormir. Vi un albergue en Fuente de Campos, a unos 100 km de Sevilla, con habitaciones individuales por quince euros y dobles por veinte, baño compartido. Con lo que me esperaba de viaje y el presupuesto ajustado, fui a ver que tal. Resultó ser un antiguo convento Franciscano.




 Una pasada de sitio. La Junta de Andalucía lo había rehabilitado y si tuviese baño en las habitaciones podría ser un parador. Tenía un antiguo restaurante abovedado y terraza. Me dieron una habitación doble muy amplia. Cené allí bien y barato. Osea que todo perfecto.


Día 2. "A vosotros si que os falta más de un tornillo..."

Fuente de Cantos- Asilah (Marruecos) 400Km

Desperté en mi aposento y bajé a desayunar.



 La dueña del albergue, se sentó en mi mesa para preguntarme por el viaje "ozú,¿Gambia? ¿donde está eso quillo?" -risas- me dijo que le encantaba Marruecos. Su marido estaba haciendo el camino de Santiago con un carro y una mula. Era un viaje que llevaba años soñando.

Salí camino a Sevilla para encontrarme con Fran Pardo y su nueva moto. Lo había acompañado Manolo Lopez, un sevillano viajero que también tenía una impoluta XT600 (no como las nuestras). No paraba de decir que de buena gana nos acompañaba y si necesitábamos alguna pieza, que contactásemos con él y nos la enviaba. En un momento dado, dije que al embellecedor del escape le faltaba ya un tornillo, él contestó  "A vosotros si que os falta más de un tornillo..." Tomamos una cañita en una terraza y nos despedimos. Un gran tio Manolo!.




Comimos en una venta camino a Algeciras. Allí conocí a Peke y le dí las gracias por sus gestiones y consejos sobre vacunación, mientras comíamos un helado. Luego directos a Tarifa para pillar el ferry.
Ya en el ferry y emocionados con Tanger a la vista, empezamos a tener ese hormigueo que te entra en el estomago al volver a Marruecos.




Se nos hizo de noche camino de Asilah y a menos de cinco km Fran P. se quedó sin gasolina. Resulta que calculó mal y no llegó. Su depósito de veinticuatro litros no tenía cerradura y quería dejarlo casi vacío para que los amigos de lo ajeno no lo vaciasen por la noche... Sería una rutina para el resto del viaje. Se llevó mi moto mientras yo miraba las estrellas en una cuneta. Como siempre, apareció de la nada un marroquí para ver si necesitaba ayuda. Fran  volvió con una botella de gasolina y llegamos a Asilah. El hostal en el que se suele quedar estaba cerrado. Resulta que era la fiesta del Tabaski o fiesta del cordero.



Restaurantes, hostales, casas de cambio de moneda, casi todo cerrado. Encontramos otro hostal para dormir tras un duro regateo , cenamos un par de huevos fritos y un batido. Fran Pardo es un tío duro y con muchas tablas viajando. Eso me quedó claro desde el minuto uno...


Día 3. "pues todavía no has olido nada"
Asilah- Ouzoud. unos 700Km...

 El día anterior decidimos cambiar la ruta que habíamos hablado. La idea era bajar por la costa hasta Essouira, pero él me comento que le habían hablado muy bien de las cascadas de Ouzoud. Yo tampoco las conocía, así que, con lo organizado que teníamos el viaje -jajaja- nos fuimos dirección a las cascadas. Bajamos por autopista hasta cerca de Rabat y de ahí nos metimos por comarcales. Seguimos la senda de un rio y acabamos en un basurero. El calor empezaba a apretar y un olor nausebundo te hacía contener la respiración. De repente sentí un pinchazo en el pecho mientras me tapaba la nariz."Pues todavía no has olido nada" me dijo Fran P.  Horas después de carreteas montañosas con parajes arbolados y tierra ocre, nos dimos cuenta que nos habíamos perdido.


 En un viaje de "aventura" como el nuestro, no había cabida para mapa o gps. En un cruce, parados a la sombra y decidiendo por donde seguir, mi moto no arrancó. Sin batería... Fran. me empujó aprovechando la cuesta  y arrancó al primer  pistonazo. Con la mosca tras la oreja seguimos subiendo y bajando montañas hasta que se paró. La luz de cruce iba muy tenue, así que, saqué el regulador de repuesto de la mochila.
Como ya conozco de sobra mi amor-odio con los reguladores, había comprado uno chino por  nueve euros un mes antes de salir. Entre risas lo cambiamos y funcionó. Aquí empezó mi fama de gafe o futurólogo, según se mire.
A eso de las cinco de la tarde encontramos una tienda de carretera en una aldea. Agua, pastelitos y galletas fue nuestra comida.



Todo seguía cerrado por donde pasábamos. La fiesta del Tabaski  dura una semana.
Ya de noche, a eso de las once, llegamos a Ouzoud. Lo que según maps serían quinientos km  se convirtieron en más de setecientos. Estábamos reventados. Habían sido once horas de moto. Buscamos donde dormir y fuimos al camping Zebra. Casi todos los campings tienen habitaciones, pero los holandeses que lo regentaban nos vieron cara de guiris y nos pedían veinticinco euros por la habitación. Otro duro
regateo derivó en que nos dejaron una tienda de campaña ya montada y con colchón por nueve. Estábamos tan cansados que ni bajamos las mochilas de las motos. Intentamos comer algo y casi todo estaba cerrado, para no variar. Una triste tortilla fue nuestra cena.
Al volver al camping ya no había wifi. A la señora del camping no le entramos por buen ojo desde el primer momento. Había que pagar un euro por el wifi y solo uno pagó y el otro copió la contraseña, así que lo desenchufó. Dormimos como lirones acordándonos de su madre...




Día 4. "La carretera más bella de Marruecos".
Ouzoud - Zagora 385Km

Antes de amanecer ya estaba levantado. Siendo como soy un perezoso, en este viaje me volví un madrugador. Me pegué una ducha. Por no soltar la mochila de la moto, me duché sin toalla ni champú. En los impolutos baños había un bote de gel, así que así descubrí como ducharse sin abrir la mochila. El calor era importante, así que en dos minutos te secabas o si quedabas húmedo se agradecía. El dueño del camping vino a charlar nos nosotros. Estaba entusiasmado con nuestro viaje y él también tenía moto.



 Nos dirigíamos a Zagora, que tampoco lo conocíamos. Nos comentó que la R307 era "la carretera más bella e Marruecos". Eso sí, unas ocho horas hasta Ouarzazate para poco más de doscientos km. Tras mirada inquisidora de su mujer nos despedimos y partimos rumbo Uarzazate no sin antes visitar las cascadas y de paso, perdernos bajando por el lado derecho. Una pasada de bonitas.







 La carretera subía una montaña entre pinares. Desde lo alto, se divisaba una valle despoblado con unas vistas increíbles. El asfalto empezaba a romperse y difícilmente se pasaba si te cruzabas con un coche. Llegamos al valle y serpenteamos campos verdes con riachuelos. Volvimos a subir otra montaña y charlamos con unos ciclistas. Estos si que tienen mérito.




 Volvimos a bajar otro valle y había alguna casa dispersa del color marrón de la montaña. Es una zona muy despoblada y de construcciones humildes. Estaba gozando con la XT por los tramos de pista. La moto culeaba y se comía los baches como si nada.
Llegamos a la única aldea que tenía un bar, que como no, estaba cerrado. En una tienda volvimos a repetir menú de galletas y yogures bebibles. Le pedí pan al tendero y me dijo que no tenía. Salio de su tienda y dió unas voces a una cabaña que había en la ladera. Una niña bajó una bolsa con unas ocho tortas de pan recién hecho. No me quiso cobrar nada. Esta fue la primera muestra de generosidad marroquí. Le dejé dinero y nos despedimos.




 Nos encontramos un río que había que vadear, aunque llevaba  poca agua, fue un subidón. Subimos otra montaña más y a lo lejos divisamos por fin el desierto. Ya estábamos cansados pero
contentos tras unas siete horas de moto. Tengo que reconocer que por el momento, esta es la carretera más bella de Marruecos que conozco. Llegamos a Uarzazate a media tarde. Descubrimos un cajero que cambiaba euros por dirhans. En estos días  estuvimos cambiando en gasolineras o intermediarios tras duros regateos. Con un fajo de billetes en los bolsillos nos fuimos a Zagora. No sé porqué pensé que estaba más cerca. Iba otra vez reventado. La carretera era espectacular e íbamos echando carreritas. A la moto de Fran P. se le rompió el cable del cuentakilómetros, la mía no llevaba cable directamente. Otra emoción más.


Llegamos de noche a Zagora y encontramos otro camping con habitaciones, esta vez por unos 14€. Tenía una haima, baño compartido y wifi. Cenamos en un bar por fin una ensalada y pollo asado. Ya empezaban a molestar los mosquitos, así que pillamos un bote de insecticida xxl que nos acompaño el resto el viaje.

Día 5 "Alí Baba y las cuarenta mujeres"
Zagora- haimas de Zagora. 15km.

Por la mañana, tras una buena ducha y despedirnos de Alí, o "Alí Baba y las cuarenta mujeres" como lo llamaban sus colegas, fuimos a tomarnos un buen desayuno.


Luego nos pusimos a revisar la moto de Fran P. Venía gastando tres litros a los cien más que la mía. Limpiamos el filtro del aire, cambiamos la bujía que también llevaba de repuesto, pero la moto seguía rateando en altas. La llevamos a un taller, ya que no me atreví a desarmar el carburador para que luego sobrasen piezas. Nada, tres mecánicos revisando y desmontando el carburador y no dieron con el problema. Allí llegó un belga con una Africa Twin. Estaba equipada hasta las trancas. A mí me hacian los ojos chirivitas. Estaba todo el mes viajando por España y Marruecos. Se llamaba Jurgen Verrecas.




 El taller  era casi como un bar. Tenía un sillón, wifi y nos invitaban a té. Allí me regalaron unas pegatinas que le pusimos a las motos. ya era casi medio día y decidimos tomarnos el día de descanso. Preguntamos para ir a dormir a unas haimas y desde el taller llamaron al dueño de un campamento. Vino y Fran P. hizo un duro regateo por media pensión y dormir en haima veintitrés euros por barba acabó el tema. Era el día del eclipse y yo quería verlo. Tras comer por fin un buen tajín, nos fuimos tras el 4x4 del haimero. Los últimos ocho kilómetros eran por pistas. Yo iba gozando, hasta que al meter tercera se salió la cadena. Estaba destensada. Luego la pista se convirtió en bancos de arena. Allí dejé clavada la XT.




 Entre risas y cachondeo llegamos al campamento. Estaba muy bien montado. Nos recibieron con un té , pastas y frutos secos. Otra ducha y a tirarnos a descansar.



 Después de una buena cena, dimos muerte a la petaca que llevaba esperando al eclipse acompañados por dromedarios. La mala fortuna hizo que se nublase y no lo pudimos ver...





Día 6 "La televisión llena de cuscus en la cabeza de la gente"
Zagora- Tata 270km.

Por la mañana fuimos al taller a que nos tensasen la cadena y gorronear wifi. Resulta que la noche antes de salir, un manguito del baño de mi casa empezó a gotear y saqué la llave inglesa de la mochila.  Por supuesto, por la mañana no me acordé de volver a meterla. Un chaval que era guía en Zagora estuvo charlando con nosotros. Le pregunté como estaba el tema por Mauritania. Me dijo que estaba tranquilo."La televisión llena de cuscus en la cabeza de la gente" Me comentó que los yankis quieren establecer una base militar allí y por eso había que vender el peligro....
Empezó a llover fuerte y no nos apetecía pillar una mojadura. Yo no llevaba traje de agua. ¿Como iba a llover en el desierto?. A eso de la una, mientras comíamos en una terraza, vimos a Jurgen.


 Le hice señas y vino a comer con nosotros. Iba en dirección a la costa, así que seguimos juntos los dos días siguientes. Cuando nos dijo que había pagado cien euros por ir a dormir a unas haimas nos descojonábamos. "very nice" pero le metieron una clavada fina. El no regateaba, así que lo venían desplumando todo el viaje.
Me vino muy bien este par de días con Jurgen para practicar mi oxidado ingles. Como no paraba de llover, nos pusimos camino de Tata, confiamos en el pronostico del tiempo. Menuda mojadura los siguientes ciento cincuenta km. El paisaje era desértico y vimos algún camello. Había arbustos y en mitad de las rectas, a veces, había hondonadas de hormigón que se convertían en ríos con la lluvia. El tema se volvía peligroso cuando también había arena mojada. Al pasar Tisint, paramos para ver un oasis. A la derecha de la
carretera, se abría un cañón por el que pasaba un riachuelo. Las palmeras y vegetación contrastaban con el paisaje desértico. En frente se veía un pueblo casi camuflado por el tono se sus casas de adobe.


No encontramos ninguna gasolinera y antes de Tata me quedé sin gasolina. Resulta que el grifo daba igual que pusieses la reserva que no, porque cuando se paraba, el depósito estaba completamente vacío. Jurgen llevaba un par de bidones de cinco litros, así que vaciamos uno y seguimos. Cuando le apretaba, mi XT también bebía gasolina de lo lindo. Llegaos a Tata, encontramos alojamiento en las piscinas municipales por unos catorce euros para los tres y nos fuimos a cenar. Jurgen decía que en esa zona ya no había
turistas. Yo le decía que sí....nosotros.





Día 7 "Los calamares más ricos del mundo"
Tata - Akhfennir 570Km.
Salimos de Tata sin madrugar, eso que yo volví a ver amanecer esperando que abriese el bar para desayunar. Aproveché para hacer unas fotos mientras los colegas se levantaban.



Los paisajes camino a Guelmim son espectaculares. Llanuras y alguna montaña con aspecto lunar. Manadas de camellos en libertad y arbustos típicos africanos. Durante largos kilometros no había rastro de humanidad. Desarrollé un nuevo aprendizaje. Cuando empezaba a oler a basura y luego veías algún estercolero en mitad de la nada significaba que un pueblo o ciudad estaba cerca.Seguimos por la N12, aunque había más distancia, los paisajes nos dijeron que eran muy bellos.




 Antes de Guelmin, los brothers hicieron una carrerita de las suyas. Yo prefería conservar la mecánica... total que entré por Guelmin solo. Avenidas en los que era una ciudad grande. Yo seguía todo de frente, ya los encontraría. Como un cuarto de hora después, en un semáforo, miré por el espejo y allí estaban con sus risitas. Se habían escondido y venían siguiéndome... Así nos pasábamos los días, de cachondeo. Camino a Tantan me quedé sin gasolina. Iba el último y por lo que se ve, los espejos no los usaban.  Veinte minutos después volvieron a buscarme cuando me echaron en falta. El espejo de Fran  P. iba apuntando al cielo. Le pregunté si era para ver aviones y me dijo que no, lo tenía para ver el piloto rojo de la cámara del casco. (más risas)


Pasando por Tantan, la presencia militar marroquí empezaba a ser importante. Echamos solo cinco euros de gasolina, porque a partir del Sáhara Occidental está subvencionada y cuesta la mitad. Reuerdo que nos cruzamos con la única moto grande que vi el resto del viaje hasta Gambia y nos saludamos efusivamente.

Ya empezaban a pararnos en los controles de carretera e íbamos dejando "le fiche". Al atardecer, mientras iba -como siempre- escuchando música en el casco, el cielo se volvió anaranjado. De repente vimos el Atlántico. Un subidón nos invadió e hizo que gritase dentro del casco. Rodamos a gran velocidad para ver la puesta de sol, adelantándonos continuamente y grabando aquél increíble atardecer sobre el mar.



El objetivo era llegar a dormir a Akhfennir, donde se comían "los calamares más ricos del mundo" según el brother. A unos cinco kilómetros antes y ya de noche, mi moto volvió a pararse. Otra vez sin gasolina. Jurgen esta vez sí me vió por el espejo,  ya había vaciado el ultimo bidón en su moto. Se fue al pueblo y Fran P. volvió con una botella para asistirme. Yo tenía un mosqueo ya importante por haberle hecho caso y no haber llenado el depósito en Tantan. Vino como siempre con sus risitas y no pude evitar volver a reírme ante la situación. "Mira que estrellas hay, son una pasada!" me decía mientras yo echaba un cigarro.
Llegamos a Akhfennir donde nos esperaba Jurgen, y compramos kilo y medio de calamares y tres doradas. Nos pusimos finos a calamares que sí que estaban riquísimos.




Akhfennir me recordaba a un poblado del oeste. Bares y hoteles a ambos lados de la carretera. Un pueblo de parada obligada para almorzar, repostar o pernoctar, llena de camiones y autobuses.


Día 8 "¿tú tienes wifi?"

Akhfennir-Boujdor 390km.



Por la mañana, amaneció con la espesa niebla típica a orillas del Atlantico. Después de desayunar nos despedimos de Jurgen, él ya tiraba dirección norte camino de Essaouira. Nos dimos unos abrazos con el que había sido un buén compañero de viaje los dos últimos días. Intercambiamos contactos para volver a vernos en un futuro (Insalah!).
En ese momento, aunque no lo creáis, sentí que empezaba la "aventura". La semana de paseo que llevábamos por Marruecos había sido placentera pero lo bueno empezaría a partir de aquí.
A unos treinta kilómetros, empezábamos a ver dunas a los lados de la carretera pasando un parque natural. Paramos en un sitio increíble con una enorme bahía.



Al llegar a Tarfaya, por fin pudimos cambiar dinero en un banco abierto. A la salida, vimos el primer barco varado en la costa.



Estaba oxidado peno no creo que llevase muchos años allí. Los vimos mucho más desguazados más adelante. El brother me había anunciado otra sorpresita. En un momento dado nos salimos de la carretera y nos metimos por pistas. A los doscientos metros se salió la cadena de mi moto. Estaba muy floja y no se podía rodar así fuera de carretera. La sorpresa truncada era bajar a una enorme playa y rodar por ella. (una pena).


Creo que comimos en El-Aaiún. Por aquí, la gente no mostraba sonrisas al turista. Notaba gesto serio en la gente al vernos. Sólo algunos nos hablaban. En pueblos que habíamos cruzado ya el día anterior, algunos chavales nos vitoreaban al pasar, pero otros nos señalaban con el pulgar hacia abajo....
Encontramos a un camionero arreglando su camión en el garaje y con unas llaves fijas y maceta nos tensó la cadena.



Seguimos hasta Boujdour. Al llegar paramos en el hotel A. El brother regateaba la habitación con la chica de la recepción entre 250 y 200dh. Yo estaba fuera fumando. Entré y le entré por buen ojo. Accedió a dejarnos la habitación por 200... Le dije al brother que no sabía regatear ... La habitación tenía -por fin- baño dentro, incluso con chorros en la bañera. Era el día más relajado rodando que habíamos tenido, porque el cansancio se iba acumulando. Después de ducharnos, salimos de compras.

Necesitábamos una llave inglesa, bidones para la gasolina extra y aceite para mi moto. No nos fue difícil encontrarlo todo.
Por la noche, cené un crepe y un té, ningún restaurante estaba abierto. La fiesta del Tabaski me estaba cansando ya.  Había futbol y las terrazas estaban petadas. Me daban la clave del wifi y no conseguía conectarme. "¿tú tienes wifi?" le preguntaba a Fran y el se reía. Tenía una tarjeta de datos y si podía
conectarse.- Dame wifi paaayo, le decía una y otra vez, cual yonki cibernético. El boom de los datos en Africa hace que todo el mundo esté conectado desde hace un año, con lo que es cada vez más difícil conectarse y menos habiendo fútbol.



Día 9 "Pon un asturiano en tu vida"
Boujdor- Barbas 660km.

Tras desayunar lo mismo que cené por euro y medio, compramos unos pulpos para amarrar bien las garrafas. Ya no se podía hacer el pijo con la gasolina y como pudimos comprobar, había gasolineras que no tenían. Rectas infinitas hacían que cuando nos aburríamos, fuésemos haciendo payasadas en marcha, pasándonos la cámara, rodando sin manos, haciendo la gaviota, incluso el brother poniéndose de pie encima del asiento de la moto. Un policía nos esperaba con un radar en el único setenta que vimos en aquellas rectas. Salió de la garita meneando la cabeza atónito con las pijadas que íbamos haciendo. Gracias a eso, nos libramos de una multa segura.
Cada poco, nos salíamos a ver acantilados, pecios o playas. El Sáhara Occidental ofrece sitios increíbles de belleza y pobreza por igual.



Con neumáticos viejos, hacían marcas en las cunetas para entrar a campamentos de chabolas donde vivían. La presencia militar era cada vez más evidente. Iban quedándose coches apartados de la carretera de los que solo quedaba el chasis. Me recordaba a Mad Max, no solo por la velocidad a la que íbamos a ratos.
Unos nubarrones negros no anunciaban buenos presagios. Empezó a llover y granizar. Fue como el diluvio universal durante más de cien kilómetros. Llegamos al cruce de Dakhla con la mojadura del siglo. Fran P. se cambió entero de ropa mientras yo no tenía ni ganas. Allí, el brother grabó su vídeo diario. Yo, que los primeros días hacia de actor secundario, ya me empezaba a sudar todo un poco, soltaba chorradas a cámara en lo que parecía el club de la comedia -pon un asturiano en tu vida-. Era el segundo
diluvio que nos caía en el segundo desierto que cruzábamos. Mi fama de gafe aumentaba por momentos.



Otra sorpresa que me tenía reservada, era ir al kilómetro 25 de Dakhla. Yo no tenía ni idea, quizás sea una de las cosas buenas  de no planear mucho los viajes. Una enorme bahía natural era el paraíso del kitesurf. Campamentos y chiringos entre dunas albergaban un lugar increíble. De buena gana me hubiese quedado allí a dormir, pero teníamos que llegar al Barbas.
Los siguientes trescientos kilómetros fueron la nada más absoluta. Piedras, arena y chasis abandonados de coches era el paisaje que nos acompañó.



Con la calima, mis ropas se secaron por completo. Por fin, al anochecer llegamos al famoso Barbas. Era un sitio como en "Abierto hasta el amanecer" pero sin vampir@s. Tiene un patio interior enorme con corredores de habitaciones hasta tres alturas creo. Televisores de plasma donde el fútbol predominaba y salas de té con sofás y  alfombras.
La habitación estaba llena de mosquitos blancos. Los rociamos con spray pero no morían, nosotros casi si. Era irrespirable, picaban los ojos, la garganta y yo me tapaba hasta la cabeza con una colcha. La escena del brother en gayumbos de pie encima de la cama intentando matarlos con una camiseta fue épica. No podía parar de reírme. "Ahora los voy a dejar entretenidos", encendió el portátil y lo dejó en un esquina de la habitación, así despistó a los malditos mosquitos.

Día 10 "You don´t control my live!"
Barbas-Nuadibú (Mauritania) 150km.

 Ese día si que madrugamos de verdad. Al alba y con viento de levante - como diría aquél- rodábamos rápido rumbo a la frontera para pasar de los primeros. Justo antes de llegar, se me salió la cadena otra vez. Cuando ví la corona, no daba crédito. Los dientes estaban afilados como colmillos de un gato, eso los que quedaban. Me entró verdadero pánico. No había nada de nada en los cuatrocientos kilómetros anteriores. Pasamos la frontera para intentar tensar todo lo que se pudiera la cadena en la peligrosa "tierra de nadie". Allí llegó uno a ofrecernos tabaco con una gafa de sol con un solo cristal. El brother lo recibió con un cariñoso "No me toques los cojones!! ¿no ves el marrón que tenemos encima?" Apareció otro saharaui que vivía en tierra de nadie y conocía a Fran. Se fueron arremolinando  y fueron a por herramientas. Un par de camioneros nos ayudaban a intentar desplazar la rueda hacia atrás todo lo que se pudiera. Con los nervios y la obcecación no habíamos visto que había que aflojar el tornillo de la pinza de freno para que se moviese. Menos mal que uno de ellos si lo vio. Otro, el que más aspecto musulmán tenía, se le ocurrió
poner un trozo de hierro más para que hiciese tope y así la cadena iría mas tensada. Parecía que funcionaba. Nos hicimos fotos y le regalé la colchoneta hinchable que tenía en un bolso de a mochila. El quedó muy agradecido y yo más.



En paso por "tierra de nadie" era una pista de arena y rocas con cientos de esqueletos de coches. Es el sitio más apocalíptico en el que he estado. Me recordaba a un desguace y a mí, me gustan los desguaces. El truco está en ir hacia la izquierda unos tres kilómetros para luego ir hacia la derecha hasta que veas el puesto fronterizo. El teoría es fácil, en la practica, con la arena tapando las pistas de roca es más difícil. Carteles con minas te avisan si vas por mal camino.



Llegamos a la frontera de Mauritania bajo un calor y viento insoportable.  Soltamos ciento treinta euros  cada uno entre el visado y el permiso de circulación, mas quince por un seguro de moto para tres días. Es el  impuesto revolucionario que tienen montado. Por lo  menos, en un despacho donde te hacen la foto, había aire acondicionado y yo no me quería ir de allí. El trato fue bueno en todo momento. Todos los policías estaban flipados con sus móviles y el wassup, como está cambiando Africa con las nuevas tecnologías.



Allí se me cayó el mio xxl y se rompió el protector de cristal de la pantalla. Ellos sufrieron más que yo pensando que lo había estropeado. Salimos camino de Noadibú para ver si encontrabamos repuesto. Vi un camión con la cabina bajada y un hombre calvo nos saludó al pasar. Me dije a mi mismo que ese no tenía pinta de Mauritano. Seguimos rodando casi a cuarenta y cinco  grados de inclinación por la tormenta de arena que había. Fran P. llevaba mi moto y sonaba como una serpiente de cascabel. Increiblemente llegamos a Nouadibú. No vimos pasar al tren más largo del mundo pero cruzamos sus vías en un paso a nivel.
Paramos en una gasolinera y la entrada a la ciudad metía miedo. Con lo que habíamos visto entre la frontera y la ciudad, se podría grabar un documental de miedo. Uno llamó a otro que conocía a un mecánico e igual conseguía la corona que nos faltaba.





 Yo estaba a punto de desfallecer por el calor. Fuimos a una tienda y la corona más grande era de scotter. No nos valía. Preguntamos por un sitio para dormir y nos llevaron hasta el albergue Sáhara. El barrio era pobre pobre y la puerta del albergue tenía disparos. Le dije al brother que íbamos a buscar otro sitio mejor, que invitaba yo. El día estaba siendo bastante intenso ya. Pedimos que nos llevasen a un bar con wifi y llegamos a el Nómada. Tenía una bandera española y otra catalana con un cartel de cocina mediterránea. Al entrar, el hombre calvo que habíamos visto arreglando el camión nos reconoció.
Sois españoles! yo también. Me fijé en las matriculas cuando pasasteis la frontera dijo. Jose llevaba diez años trabajando allí. Le preguntamos por un sitio para dormir y Felipe, otro hombre que estaba en la mesa, nos dijo que nos dejaba un apartamento que tenía para sus trabajadores y ahora estaba vacío, gratis, los días que hiciese falta. Flipabamos. Era un portorriqueño, aunque al principio habíamos entendido que era chileno y decía que el era también un viajero y sentía admiración por los españoles. Compartía mesa con unas chicas. Fran P. dijo que iba a buscar el recambio y que me quedase allí con ellos, al lado del ventilador. Comí algo y sorprendido porque hubiese cerveza me pedí una. Llevaba una semana de abstinencia cervecil. Felipe me contaba que trabaja con su empresa por todo el mundo. Que se sentía orgulloso de ser nuestro anfitrión.  Cuando acabé de comer, una botella de Juanito el caminante ya estaba en la mesa. "El dinero no es problema blother!" me decía Felipe mientras yo no daba crédito.



 Charlas y anécdotas hasta que llegó Fran P. Había encontrado una corona pero de cinco tornillos, no de cuatro. Con un tornero, cortando y soldando a la vieja nos podríamos apañar. Jose que era canario, nos dijo que conocía un taxista que nos podía mandar la pieza que necesitáramos por avión desde Canarias. Esa tarde había un vuelo. La casualidad y una amiga canaria de Fran hicieron que una corona y una cadena de una Teneré llegaran a Noadibú en cuatro horas. In-cre-i-ble.
Alí, el asistente personal de Felipe, vino a buscarnos en taxi para acompañarnos al apartamento. Fran llevó la moto a un taller para que al día siguiente nos pusieran las piezas. Felipe nos tenía reservada una cena en un restaurante asiático con el gran jefe japones que estaba de visita.



 Cenamos y siguieron llegando cervezas y botellas de Juanito. Luego karaoke. Cuando cerró el restaurante, fuimos en un taxi de ruta de cajeros. Felipe no dejó que pagasemos nada de nada ante nuestra insistencia. Ya eran las dos de la mañana y dejamos a Felipe en la puerta de una discoteca. Ibamos a entrar, pero se nos hacia muy tarde para lo que nos esperaba al día siguiente. Alí sugirió a Felipe que se fuese también a casa. El le respondió "You don´t control my live!" (tú no controlas mi vida!)
Nosotros no podíamos parar de reírnos. Allí nos despedimos de nuestro gran anfitrión.

Día 11 "No puedo, no puedo"
Nuadibú- Nouakchott 500km.

Por la mañana, Fran se fue a reparar la moto mientras yo pegaba con loctite su mochila y recogía todo. A eso de las diez ya estaba la corona puesta y la moto rodando. Resulta que no le había cambiado la cadena.  Pero si está estirada!, Fran me sugirió que no le diese ya más la murga con la cadena (al fin y al cabo la moto era suya). Repostamos a tope y llenamos garrafas para afrontar el desierto de Mauritania. Seguía habiendo viento fuerte, Fran decía, otra emoción más para el viaje, sino menuda puta mierda de aventura.
El viento soplaba frontolateral y la corona que llevaba tenía seis dientes menos. No aguantaba en quinta, tenía que ir constantemente en cuarta. El calor que deprendía el motor era abrasador. El viento hacía que que tuviese que ir con la visera del casco totalmente cerrada sino quería sentir un secador de aire caliente en la cara mezclado con arena. Como una hora después paramos en lo que un día fue una gasolinera. Los surtidores oxidados allí estaban, pero no había ni mangueras. Una tienda con arcones de agua y bebida fría hacia que fuese parada de coches. Por el altavoz de la pequeña mezquita se escuchaba un clérigo soltando  un speech que era casi rapeado. Me parecía que decía cada poco Málaga. Ya empezaba a delirar con el calor.
La gente, nos preguntaba en idioma mundano de donde veníamos y cuando les respondíamos flipaban. No note hostilidad por su parte, sino sonrisas y admiración. Salimos en busca de la primera gasolinera. Ese tramo ya fue jodido para mi.  No quité cazadora de cordura en ningún momento. Quizá, una perforada o ir en camiseta de manga larga hubiese mitigado esa asfixia continua que tenía. Demasiado calor. Cada vez que veía un punto oscuro a lo lejos rezaba por que fuese la gasolinera para parar. Algún coche o furgoneta que nos cruzábamos nos saludaba, cosa que me sorprendía. Luego ya me anticipaba yo a saludarlos. Con cada cruce con cualquier vehículo, sentías como si te tirasen encima una palada de arena. La cantidad variaba con el tamaño del vehiculo. Cada vez iba peor, no había ningún árbol donde parar a la sombra. El agua de la botella quemaba al beberla. Para colmo la perdí por el camino. A lo lejos ví una cuba extrayendo los
restos de agua de la pequeña laguna que había formado la anterior tormenta. El mauritano que estaba el lo alto de la cuba hizo algo que no olvidaré en mi vida. Se puso en pie, se llevó la mano al corazón y bajó la cabeza a mi paso... Devolví el saludo con un nudo en la garganta que tardó en quitarse y me dio fuerzas para seguir. Gracias Amigo!
Al rato llegamos por fin a la gasolinera. Mientras Fran discutía con el gasolinero, bajé la pata cabra y seguía encima de la moto con un sol abrasador. Me preguntó que qué hacía y yo le dije que si me bajaba de la moto me desmayaba. (esto me lo recordó el otro día en mi casa mientras se reía). Me dijó que fuese allí en frente que había una tienda. Como un zombi me arrastre y sin mediar palabra, abría un arcón y pillé una botella de agua y otra de coca-cola. Cuando recuperé el habla, entre las risas de los tenderos, pagué y me tiré a la sombra en unas cajas que había a la puerta.
Media hora después reanudamos la marcha. Me tiré agua por la cabeza y empapé la camisa. El frescor duró escasos diez minutos. No sé el tiempo que pasó hasta que llegamos a la segunda gasolinera.



 Estaba a punto de un fallo multiorgánico. El corazón me salia  por la boca. Al llegar solo decía "No puedo, No puedo". Entramos en el bar y pedimos agua y coca-cola. Aquí fue cuando me contó la fábula del elefantito encadenado. Yo no tenía la cabeza para acordarme y Fran, mientras me recordaba la fábula,  me decía que las limitaciones se las pone uno mismo en su mente. Está claro que yo no sabía donde estaban mis límites. Un cuarto de hora después me acordé que tenía una app para medir pulsaciones. Yo marcaba 122 en "reposo". El brother 80. Un norteño no está acostumbrado al calor y menos al desierto.





  Estuve charlando con el camarero, me decía que dentro del bar había cuarenta y cuatro  grados, fuera unos cincuenta y cinco. Me preguntaba que porqué veníamos en moto y yo le decía que de vacaciones, hasta que dijo "como Paris-Dakar". Me invitó a un té y proseguimos viaje camino a Nouakchott . El sol empezaba a bajar por la derecha y el calor nos daba una tregua. Ya se podía levantar la visera del casco e iba mejor.



Al oscurecer, justo antes de llegar a la capital, la moto de Fran se quedó sin gasolina, yo había rellenado el depósito antes con la garrafa. Paramos en un arcén y un chaval vino a hablar con nosotros. No nos entendíamos. Vio la tienda de campaña y me gesticulando , me decía que si queríamos dormir fuésemos a su haima, señalaba otra a unos veinte metros y no paraba de decir que no allí con el dedo. Me dijo "europeos" y se pasó el dedo por el cuello dos veces con cara de pánico. Yo abrí los ojos como platos y le dije al brother:  " Franín, acaba de echar gasofa y vámonos pitando!" Fue el único momento tenso en toda Mauritania.
El caos circulatorio y la manera de conducir era impactante. Nadie respetaba a nadie y menos a nosotros. Dormimos en un albergue que tenía aire acondicionado y mosquitera en las habitaciones. Los mosquitos empezaban a atacar y empecé a tomar "Malarone". Nuestro presupuesto de viaje era de veinte euros día cada uno para desayunar, comer, cenar y dormir, gasolina a parte. Con tanto calor muchos días no comíamos así que todavía conseguimos bajar ese presupuesto...

Día 12 "La cerveza más cara del mundo"
Nouakchott - Louga (Senegal) 420Km



Nada más levantarnos, miré la corona cambiada hacia quinientos km y estaba empezando a desgastarse como la anterior. La cadena la estaba cepillando otra vez. Expliqué a Fran lo que era una cadena estirada, ya que él no lo entendía. Me dijo que le habían quitado cuatro eslabones en Noadibú. Insistí en cambiarla o no llegaríamos a Gambia. Probó la moto yendo despacio y él también notó el estiramiento de la cadena. Vimos en un bajo a un ferrero que hacía rejas cortando con una rotaflex. Le pedimos que nos cortara la cadena y pusimos la que nos habían mandado de repuesto de clip. Por supuesto, la corona y la cadena eran de segunda mano.
Pero fue una solución fácil y rápida. Cambiada la cadena desayunamos al lado de una gasolinera y continuamos camino de la frontera de Diama. Según Fran, la de Rosso es la peor frontera del mundo que conoce, yo no tenía ninguna gana de comprobarlo.
La carretera rumbo al sur tenía tramos en obras en los que entrabamos, sin querer, a demasiada velocidad. Las garrafas de gasolina se movían quedando colgando y teníamos que colocarlas. Cada vez que parábamos, algún coche paraba a ver si necesitábamos ayuda. La policía, en los controles, lo primero que hacía era darnos la mano. Españoles no problema, amigos, decían." franceses y alemanes si problema". Muchos señalaban mis botas y levantaban el pulgar. Son unas Magnun militares. Pensé que me quedaba sin ellas con tanta insistencia.
El paisaje empezaba a cambiar y se veían arbustos, arena anaranjada. Una mezcla de colores verdosos y ocres indicaba que estábamos dejando atrás el desierto. Paramos en un pueblo a saludar en la tienda de un amigo de Fran.



Vaciamos ya las garrafas y volví a limpiar una vez más el filtro de aire. Muchísima arena lo tupía y la moto rateaba e iba gastando mucho. Nos decían que la pista de unos cuarenta kilómetros de Diama estaba cerrada por las lluvias de los días anteriores. Fran dijo que hasta que no lo comprobásemos nosotros mismos,   no se lo creería. Llegamos a la pista y había mucho barro y rodadas de camiones. Algún coche atrapado mientras con palas intentaban sacarlos del fango. El calor era intenso, pero la humedad había aumentado de forma exponencial. Los mitones que llevaba y nunca había usado, me estaban dejando marca de moreno y el agujero central abrasaba. Tenía que taparlo con la manga de la chaqueta. Pudimos pasar bien por el borde de la ancha pista . Un 4x4 de alta gama con cristales negros se paró a ver si necesitábamos ayuda, si teníamos agua o lo que fuese. Como no necesitábamos nada, nos regaló un paquete de chicles afrutado. En lo que parecía barro seco, me metí y no lo era. Quedé encallado en fango movedizo cerca de la frontera. En parado, me caí hacia la izquierda y me llené de barro. Tiré el casco por el terraplén y la cazadora. Si Fran daba la vuelta iba a quedar un vídeo muy gracioso, así que saqué fuerzas de flaqueza y acelerando sin subirme a la moto conseguí sacarla. Cuando me vio llegar lleno de barro  podéis imaginaros el descojone. Pasamos la frontera y tras cruzar el puente llegamos por fin a Senegal.




 Tras los trámites pertinentes y yo, como siempre, asfixiado por el calor, salimos a una carretera recién asfaltada. Todo era verde, con palmeras, las mujeres vestían vestidos muy coloridos y la gente nos saludaba al pasar. Me pareció que habíamos llegado al paraíso. Era como estar viendo un documental de Africa, pero la diferencia que no estaba tumbado en el sofá. La primera parada fue en St Louis. Cruzamos su famoso puente, dicen que hecho con los restos de la torre Eiffel . Por las calles sonaban tambores con ritmos africanos. Llegamos a un bar muy pichi, con terraza hacía el puente. Pedimos una Gacel, la cerveza senegalesa y brindamos por haber conseguido llegar a Senegal. Me pareció "La cerveza más cara del mundo", no por su precio, sino por el esfuerzo que había costado llegar hasta allí. Estaba oscureciendo y nos fuimos a un hotel. Casa Italia en Louga, muy recomendable. Por el camino se hizo de noche y los mosquitos cegaban la visera. Si la abrías te los comías y con ella cerrada, apenas se veía nada. Tras instalarnos y ducharnos, me tomé otra cerveza Y una pizza. Los mosquitos eran implacables también en parado.

Día 13 "Welcome to Happy Gambia!"
Louga - Bijilo (Gambia) 375Km

Ese día me levanté con una mezcla extraña de sentimientos, contento porque Gambia estaba "a tiro de piedra" y triste porque se acabaría el viaje. A la luz del día, el verde predominaba por todas partes. Cuando vi el primer baobab fue algo indescriptible.
Su majestuosidad es impresionante. Luego había cientos a los lados de la carretera. Fran me dijo que si él no paraba en un control de policía, yo tampoco parase. Solo querían multar al blanco para sacar dinero por cualquier chorrada. Desde el día anterior, desarrollé distintos métodos d disimulo. Unas veces miraba a la izquierda, otras , cuando levantaban la mano, yo también les saludaba, etc etc. Muchas veces no sabías si eran policías o no, porque ni tenían vehículo ni a veces uniforme, más que un chaleco reflactante.  Ibamos a bastante velocidad cuando adelantando a un Mercedes, se me salió la cadena en una curva, pero esa vez se salió contra el eje y se trabó. Derrapé unos metros y apretando el embrague conseguí controlarla. El resto del día lo pasé con la mano en la maneta por si acaso. Intercambiamos la moto y a los pocos kilómetros se rompió el cable del embrague de la blanca. Mi gafe aumentaba por momentos. También había llevado un cable con prisionero de repuesto. Como a un kilómetro había un pueblo grande y un chaval me remolcó con un scotter con una técnica desconocida para nosotros. Con la estribera del pasajero izquierda desplegada y su pie, me iba empujando. Ese truco realmente funciona, pero hace falta práctica como comprobaríamos. Cambiaron el cable del embrague y seguimos rumbo a la frontera de Barra. Había que cruzar la frontera y
coger el último ferry a Banjul o nos tocaría dormir en la calle. En un pueblo, la moto de Fran se quedó sin gasolina a escasos metros de una gasolinera. Intento remolcarme con la técnica aprendida esa mañana, pero no salió bien. La maneta del freno se enganchó con la mochila y Fran cayó sobre el hombro. Ese día tomo un ibuprofeno por el dolor que sentía.



 Empujé la moto hasta la gasolinera y proseguimos. Antes, me despisté en un cruce y estuve solo rodando unos cuantos kilómetros hasta que recibí una llamada del compi a ver donde coño estaba. Como me había dicho que si me quedaba atrás, preguntase por la frontera y él me esperaba allí, eso hice. Resulta que era broma...
Como postre, nos esperaban unos veinte kilómetros de pista antes de la frontera. Era una carretera en obras con unos socavones que pusieron a prueba la suspensión de la XT. Parecía un videojuego, esquivando hoyos por una tierra rojiza. A los lados, se apostaban mujeres y niños vendiendo fruta y bolsas de agua fría. Por fin volvió el asfalto y estamos a punto de llegar a la frontera de Gambia. Se me volvió a salir la cadena. La puse como pude y seguí. La otra moto de Fran iba a tirones, echando humaredas negras.  Por mi cabeza, una frase se repetía una y otra vez "hasta el rabo todo es toro, hasta el rabo todo es toro".
Se volvió a salir otra vez la cadena apenas a tres kilometros de la frontera. Había que llegar como fuera. Eufóricos, enfilamos la recta final. Nos dimos un apretón de manos en marcha, celebrando haber conseguido el objetivo. Habíamos llegado a Gambia!.

Los tramites fueron e Senegal fueron rápidos, no así en Gambia. Me pidieron la cartilla amarilla de vacunación, cosa que Fran no había visto hacer nunca allí. Me midieron la temperatura con un termómetro laser, revisaron papeles y documentación de motos.
Pagamos un impuesto de unos cuatro euros inventado, porque jugaban a que perderíamos el último ferry y cada vez que mirabas a algún funcionario de los que estaban sentados, me pedía algún papel. Al final, Fran me dijo que no mirase a nadie, montase en la moto y saldríamos pitando. Me veían cara de primo y estaban a la que saltaban.


Llegamos al ferry y todos los buscavisdas se arremolinaban diciendo " welcome to happy Gambia". Se veía mucho rasta y mucha sonrisa. La gente era muy amable, incluso demasiado. Por fin conseguimos cruzar el gran río que lleva a Banjul, visible entre la niebla.




 Se nos hizo de noche durante el traslado y seguimos hasta Bijilo, donde nos hicimos unas fotos delante del cartel de "Welcome to Gambia"




Habíamos conseguido hacer cinco mil kilómetros  con dos motos de menos de mil euros. Qué gran moto la Yamaha XT600. Ahora ya nadie me podrá convencer de que con una moto antigua no se puede viajar, es más, creo que tienes más garantías de conseguir tu objetivo por Africa con una moto sencilla a carburación que con una moto moderna electrónica. Me puedo imaginar la cara de un mecánico de alguna aldea si te ve llegar empujando la moto con un fallo F8 en un display...
Nos duchamos por fin en casa, dejamos toda la ropa llena de mierda en un gran montón y nos fuimos a la animada zona de bares a cenar y celebrar el logro. Bueno, celebrar poco, porque estábamos reventados... pero muy contentos.


A la mañana siguiente, por fin, saqué la botella de sidra de la mochila y la escancié  delante del cartel "Welcome to Gambia" para inmortalizar el momento.




Días de vacaciones en Gambia...






Luego estuvimos haciendo turisteo, visitamos la famosa playa de Tangi, donde los pescadores llegan con sus lanchas y descargan el pescado entrando con calderos a por el pescado. Compramos un pez que llamaban "pink lady" que estaba delicioso y lo cocinamos en casa con un amigo de Fran.

Todo iba bien hasta que tuve un incidente. Bajamos a Banjul para hacer un papeleo y camino al mercado, para hacer unas compras de regalos, nos pararon des hombres vestidos de calle. Sacaron unas placas y se identificaron como policías de inmigración. Nosotros íbamos a ir a la playa, así que yo no llevaba el pasaporte. Me dijeron que me iba detenido hasta que apareciese y me subieron a un camión con otros cincuenta negros indocumentados. Siempre tenía algún policía a mi lado cuidando del blanquito.
Tras un no corto paseo en camión por calle sin asfaltar llegamos a las afueras de la ciudad. Allí bajaron a todos y los metieron a una celda menos a mí. Cada poco venía a acompañarme un policía, interesándose por el viaje, pidiéndome que les enseñase fotos porque no se creían que hubiésemos ido en moto. No había donde comprar agua y dos horas y media después, la situación ya no me hacia ninguna gracia. Me preguntaban que donde estaba mi amigo con el pasaporte y yo les decía que si no sabía donde estaba,
como iba a llevarles el pasaporte. Llamaron varias veces a su teléfono que yo tenía de Gambia, pero daba apagado o fuera de cobertura. Me quedé solo y tuve una ocurrencia. Me hice, muy discretamente, una foto en la que se veía el escudo de inmigración con número para enviársela por wassup a Fran y que supiese donde estaba. De repente, un policía que debía estar controlándome desde un balcón, bajo y me quitó el móvil. Se montó una muy gorda. Me boceaban y me llevaron a ver al jefe. El jefe se enfadó muchísimo, me decía que yo era un espía o un periodista y que porqué había hecho la foto. (menos mal que no salía nadie más que yo). El jefe se fue a comer y yo a esperar  que mi pasaporte apareciese, de momento. La había liado parda...
Esperando a que llegase Fran, hubo una pelea dentro, como a unos dos metros de mi. Las hostias que le dieron a uno de los detenidos sonaron contundentes. Al parecer le había pegado a una compañera policía. Cada poco, salía uno a vomitar fuera, de los nervios. Yo ya no sabía donde meterme. Por fin apareció Fran. Llevaba buscándome por cuatro comisarias y pensando que no eran policías  los que me habían llevado e igual me habían secuestrado para darme el palo. El pasaporte me lo trajo un amigo de Fran que pasó por casa a buscarlo. Por fin llegó el jefe y tuvimos una reunión en su despacho. La cosa iba de mal en peor, yo era un espía y mi móvil se quedaba como prueba a espera de juicio y me iba a prisión... Todo cambió de tono, la foto, afortunadamente por falta de cobertura no se había enviado por wassup. Me
hicieron escribir y firmar una declaración en ingles contando lo sucedido y borrar la foto. Pedí disculpas encarecidamente al jefe y por fin , cinco horas después, quedé libre. Os juro que lo pasé fatal, la cosa llegó a torcerse mucho...


Así que nada, los dos días que me faltaban, no se me ocurrió hacer ni una sola foto a nada, y espero que lo que me ocurrió a mí, y aquí cuento, sirva para que nadie que lea esto caiga en el mismo error.


Solo añadir, que como dijo Marco Polo, "solo he contado la mitad de lo que he visto en mis viajes, porque sino no me creeríais..." 


V´sss